llá por el año 2002, mi afición a la gastronomÃa no era ni de lejos la actual. Afortunadamente, porque en el panorama gastronómico coruñés predominaba una oferta eminentemente clásica (Coral, Penela, Iebolina, Refugio, Polo, El 10, Madrileño…), basada en producto, producto y producto. Apenas destacaban la siempre enorme solvencia de Casa Pardo y el enfoque distinto de O Bebedeiro. Lejos quedaban aún los tiempos del Alborada, A Estación y demás referencias actuales de la cocina de la ciudad.
En aquellas fechas yo vivÃa por la zona del Paseo de los Puentes. Por eso me animé a probar el Artabria al poco de que abriera sus puertas, hace ahora nueve años, y enseguida me convertà en un asiduo del mismo: han sido muchas cestillas crujientes de zamburiñas con crema de nécoras, el que todavÃa sigue siendo el plato estrella de la casa. Y es que Artabria fue, de alguna manera, precursor de lo que hoy es casi caracterÃstica común de muchas de los nuevos locales que van abriendo sus puertas: jóvenes profesionales formados en una de nuestras escuelas de hostelerÃa, cocina a la vista (al menos parcialmente, a través de los ventanales del fondo de la sala) y una propuesta gastronómica que, si bien hoy es perfectamente habitual, entonces marcó una referencia en la ciudad.
Transcurridos casi dos lustros, Artabria no está probablemente en lo más alto de la oferta de restauración coruñesa. Pero sigue practicando una cocina de interés a unos precios realmente adecuados. Os doy un repaso del menú degustación que tuve oportunidad de probar el pasado viernes (que conste que las cestitas formaban parte del mismo, pero dan la opción al cliente de modularlo a su preferencia).
Para empezar, a modo de aperitivo, una espuma de coliflor con brocheta de pollo crujiente, que dio paso al primer entrante: la brocheta de queso de cabra y langostino a la plancha, extraña pareja que sin embargo convivió tan bien como Matthau y Lemon. Luego, la tempura de pulpo sobre una sedosa crema de patata, una reinterpretación más del clásico gallego.