De las laderas del Monte Domaio, que se eleva 624 sobre el mar, emerge el pequeño RÃo MuÃño, que se precipita hacia Estrecho de Rande en un descenso vertiginoso, pues su pequeño recorrido desciende casi 500m en tan sólo 3 km. En su zona más vertical burla 200m de caÃda en un trayecto de otros 200m. Esto hace que se formen bellas cascadas y pozas.
Es aconsejable acercarse a los pies de la cascada para poder observar su espectacular belleza. Lo dÃficil es conseguir llegar hasta allÃ, pues su señalización es inexistente. Debemos "escudriñar" entre las casas de la parroquia para encontrar el sendero que nos llevará hasta un puente formado por una gran piedra que se encuentra en uno de los puntos más interesantes y hermosos de la zona. Dos fuentes de piedra y un lavadero nos dan idea de la armonÃa del entorno y el agua. Lo negativo es que este paraje se encuentra "bajo la sombra" de un espectacular viaducto de la reciente y peligrosa "vÃa de alta capacidad", nombre que sustituyó a las antes llamadas "vÃas rápidas". Sus enormes y gigantescos postes de hormigón parecen "pisar" y aplastar el entorno que lo rodea.
Nunca debemos abandonar el RÃo Muiño sin visitar la Poza da Moura y sus reconstruÃdos molinos de agua. Tampoco existe ninguna señalización, asà que buscar la situación en el mapa que lo e señalado y tratar de llegar hasta allÃ.
El acceso con vehÃculo es viable pero no aconsejable. Lo mejor es llegar andando y admirar las buenas vistas de la parroquia de Domaio, del Estrecho de Rande con su puente y es resto de la parte sur de la RÃa de Vigo. Se puede ver el extremo de la bocana en donde se ubica Cabo Silleiro. .
Al llegar nos maravillará la Poza da Moura, un pequeño curso del rÃo donde las aguas se detienen unos segundos más de la cuenta. Una fervenza vierte las aguas sobre la citada poza que se convierte en un "jacuzzi" natural con vistas a la RÃa. Todo mágico lugar está rodeado de una misteriosa leyenda. Un personaje mitológico gallego como es el de los "mouros e mouras", está presente aquÃ. Según cuentan, a este lugar llegó un moro con su hermosa hija, la cual se enamoró de un campesino. El padre, contrario a esta relación dió muerte al campesino muy cerca de la poza. La hija, llena de dolor, se hundió en la poza para siempre. Desde entonces, se dice que por las noches se la ve en la orilla, peinándose sus largos cabellos. También dicen que en las noches mágicas como en la de San Xoán, sus lamentos se escuchan en los alrededores.
Un lugar que serÃa un paraÃso sino hubiera sufrido las consecuencias de los desvastadores incendios de finales de década. El lugar se encuentra totalmente desforestado y con todo su esplendoroso pasado convertido en ceniza y carbón. Restos de árboles y matorrales quemados se amontonan en las laderas del regato. Por si esto fuera poco, antes de la poza, el arroyo discurre por el medio de un gran campo de golf que mantiene sus "praderas" verdes durante todo el año.